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Abogacía popular en tiempos de autoritarismo creciente

Por Meena Jagannath y Felipe Mesel

Este post abre un simposio sobre abogacía popular en tiempos de autoritarismo creciente, en colaboración con la Red Global de Abogados de Movimientos Sociales y Movement Law Lab.

Con el avance del autoritarismo, la guerra, los desastres climáticos y las desigualdades socioeconómicas en aumento en gran parte del mundo, las condiciones para desplegar perspectivas emancipadoras en torno a la justicia son cada vez más complejas. Desde el genocidio en Gaza, pasando por la crisis habitacional en España, hasta las renovadas formas de austeridad en Argentina impulsadas por un gobierno de extrema derecha, las diversas crisis agudas del sistema nos obligan a enfrentarnos cada vez más a múltiples grietas en nuestros ordenamientos jurídicos nacionales e internacionales. Por esto, nos parece importante analizar la coyuntura e iluminar las formas bajo las cuales diversos movimientos sociales de todo el mundo están respondiendo al contexto en un esfuerzo por combatir la desesperación y ganar protagonismo. En esta línea, en julio de este año reunimos en Río de Janeiro a un grupo de abogadxs, académicxs, militantes y activistas para discutir cómo lxs abogadxs populares han utilizado y están utilizando el derecho en diferentes contextos para apoyar a movimientos sociales que enfrentan regímenes represivos o autoritarios. 

Como se mostrará en esta introducción y en los siguientes artículos, lxs “abogadxs populares” -o “abogadxs de movimientos sociales”, «advogadxs populares», «movement lawyers» o cualquier otro término empleado localmente para describir a lxs abogadxs que utilizan el derecho de manera crítica para construir el poder de los movimientos sociales y las comunidades organizadas- estamos utilizando el derecho de manera contra-hegemónica para hacer frente a la opresión sistémica inherente a nuestra economía política global actual. En conjunto con movimientos y comunidades, ideamos tácticas jurídicas creativas en defensa de la democracia, el pluralismo, la soberanía de la tierra y la autodeterminación. Creemos que es fundamental destacar la importancia de estos movimientos para una audiencia que es mayoritariamente estadounidense, ya que los mismos vienen poniendo de manifiesto que -en países que difieren en muchos aspectos- la hegemonía neoliberal ha servido de telón de fondo para el retroceso democrático y el aumento del autoritarismo. También creemos, con mayor optimismo, que hay mucho para aprender de nuestrxs compañerxs de otras partes del mundo. 

El tándem neoliberal-autoritario 

Aunque se encuentran en diferentes fases de desarrollo dependiendo del contexto, el neoliberalismo y el autoritarismo vienen operando en tándem, configurando el terreno en el que luchamos. El neoliberalismo como ideología ha alcanzado un estatus hegemónico, definiendo tanto los contornos de nuestra economía política global como las instituciones/relaciones que la sustentan, así como el sentido común cotidiano de los individuos. A medida que el proyecto neoliberal madura, su incompatibilidad con la democracia se hace cada vez más nítida, al mismo tiempo que el autoritarismo se va imponiendo como la forma de gobierno que mejor se adapta a los requerimientos de este proyecto. 

Mientras que la clase trabajadora supo ser el sujeto central de cambio en el imaginario político durante la mayor parte del siglo XX, el giro neoliberal de la última parte del siglo sustituyó el enfoque colectivo por la exaltación moral del individuo que debe valerse por sí mismo. Esta subjetividad neoliberal, que hace indeseable cualquier expresión de organización colectiva, nace de una confluencia de fuerzas que actúan particularmente sobre aquellos que no cuentan con los recursos materiales suficientes como para resistirse: la gig-ificación del trabajo, la creciente precariedad de la vida cotidiana a medida que disminuyen las protecciones sociales, la erosión de los bienes, servicios e infraestructuras públicas, el colapso ecológico cada vez más cercano y el endeudamiento como trampa y mecanismo para alimentar al capital financiero desconectado de la economía productiva. Más recientemente, la pandemia ha catalizado procesos de fragmentación social al sustituir espacios de interacción humana por ambientes digitales de aislamiento que crean una sensación de «sálvese quien pueda», exacerbando así un sentimiento de creciente precariedad y ansiedad generalizada en ausencia de cualquier red de contención. 

Esta precariedad e hiperindividualismo han proporcionado el sustrato ideal para que el autoritarismo arraigue y se extienda por todo el mundo, con la extrema derecha aprovechándose de las sensaciones de vulnerabilidad y cinismo en torno a las perspectivas de un futuro mejor. Al socavar nuestras redes de seguridad social y cuidados colectivos, el neoliberalismo ha ido erosionando la idea de “comunidad” y, con ella, los cimientos de la democracia y de las instituciones democráticas liberales (por imperfectas que sean). Al mismo tiempo, al sembrar la sensación de que la democracia es incapaz de resolver los problemas sociales básicos, el neoliberalismo ha ido preparando a las personas para consentir de buen grado el autoritarismo. 

Los líderes autoritarios, a su vez, contribuyen al proyecto neoliberal, promoviendo una narrativa totalizadora que hace recaer la culpa de las consecuencias materiales de los fracasos del neoliberalismo en ciertos chivos expiatorios. De esta forma el autoritarismo contribuye a garantizar el éxito del proyecto central del neoliberalismo, que es la redistribución regresiva de la riqueza social (hacia arriba), y el achicamiento del dominio público y de cualquier entramado de políticas públicas que se destinen a reparar los daños derivados de injusticias históricas. Con el respaldo de las clases dominantes que se benefician de estas políticas, el autoritarismo gana terreno al convertir el descontento de la clase trabajadora en apoyo popular, ya que se postula como el antídoto contra la precariedad material y el sentimiento de abandono generalizado. En otras palabras, cuando las personas empiezan a sentir que su estabilidad física, emocional y material se encuentra en peligro, estos líderes aparecen proponiendo modos de gobierno autocráticos y verticalistas que generan la ilusión de seguridad pública, mientras que trabajan para preservar el actual sistema capitalista neoliberal y racial, a instancias de un pequeño número de oligarcas globales a cuyos intereses sirven. Se configuran así “ecosistemas neoliberal-autoritarios” que están compuestos por los propios líderes autoritarios, las estructuras burocráticas que los sostienen, ciertos sectores concentrados de los mercados globales (los oligarcas globales provenientes de la industria tech, entre otros), y una base de apoyo popular que sirve de cadena de transmisión de los discursos y valores que favorecen la desigualación social. 

En esta dialéctica, el derecho desempeña un rol central. Mediante la captura judicial, el desmantelamiento de los organismos de supervisión y regulación, la represión a la sociedad civil, la manipulación en los procesos electorales y la creación de marcos normativos más restrictivos, el derecho se convierte en una herramienta a través de la cual el tándem neoliberal-autoritario logra: (a) ejercer un mayor control social, (b) restablecer o consolidar las relaciones coloniales y jerárquicas de explotación y extracción, (c) destruir o socavar las protecciones existentes para el ambiente y para grupos históricamente oprimidos, y (d) refundar el conjunto de valores y discursos socialmente aceptables que dominan la vida política. Además de utilizar al derecho como arma, los gobiernos autoritarios y los movimientos que los sustentan vienen cooptando tácticas que comúnmente se consideran propias de los movimientos sociales progresistas, como las movilizaciones callejeras, la organización de base y el litigio estratégico, entre otras. 

Esta dinámica nos deja, como abogadxs populares, frente a un campo de juego inclinado para acompañar a las comunidades organizadas y a los movimientos sociales. Debemos, entonces, comprender mejor cómo esta coyuntura determina necesariamente las tácticas y estrategias que desplegamos, cómo nos organizamos y cómo nos posicionamos con respecto a los movimientos sociales. A la par, como abogadxs que no sólo nos desempeñamos en los tribunales nacionales, sino también en foros regionales e internacionales, nos vemos obligados a tener en cuenta el desmoronamiento de la arquitectura jurídica internacional y la crisis de legitimidad de instituciones como la ONU, dada su incapacidad para responder eficazmente a los problemas globales más acuciantes (pandemias, guerras, cambio climático, etc.), y así salvar vidas, promover la paz y fomentar la estabilidad política y económica. 

El trabajo de lxs abogadxs populares en estos tiempos 

A través de la lente del derecho y la economía política, lxs abogadxs populares entendemos que el derecho y las instituciones jurídicas han servido principalmente para proteger al capitalismo y no a las personas. El enfoque de la abogacía popular adopta esta lente para formular formas creativas de aproximarse al derecho que enfrenten los impedimentos estructurales inherentes a nuestro orden económico y político global que limitan los horizontes emancipatorios a los que pueden aspirar los movimientos.

Pero como abogadxs que acompañamos a movimientos sociales en diferentes partes del mundo nos enfrentamos con un desafío fundamental del presente: el sistema jurídico internacional de derechos humanos está mal equipado para reparar los daños materiales que sufren las comunidades que padecen la violencia estructural producida por la economía política global, aunque a menudo es el único foro al que los movimientos sociales y las comunidades agraviadas pueden acudir para presentar sus demandas. Por ello, la cuestión para nosotrxs es si un enfoque de abogacía popular puede conseguir extraer beneficios del sistema al mismo tiempo que pone de manifiesto sus deficiencias estructurales para construir un futuro más justo y nuevos equilibrios de poder. 

A medida que los movimientos van esgrimiendo el discurso de los derechos humanos, es importante distinguir la concepción formal de los derechos humanos (entendidos como el conjunto de tratados, mecanismos y jurisprudencia que conforman el sistema internacional formal de derechos humanos) de la interpretación popular de los derechos humanos, que es dinámica y se centra en la dignidad como concepto central del que deben emanar los derechos.  El actual marco de derechos humanos es incapaz de satisfacer las demandas de derechos humanos en su expresión popular debido a su incapacidad estructural para hacer frente al orden neoliberal. Este marco y el orden jurídico internacional en general nacidos como consecuencia del fin de la Segunda Guerra Mundial se diseñaron para preservar el dominio de los Estados liberales occidentales y facilitar una economía global neoliberal, con la expresión formal de los derechos humanos actuando como un apéndice liberal que proporciona una respuesta limitada a las personas que denuncian las desigualdades del sistema (sin obligarlo a transformarse). La naturaleza estadocéntrica del sistema, en la que los Estados optan voluntariamente por adecuarse a instrumentos vinculantes de derechos humanos u otros instrumentos jurídicos que dependen del naming-and-shaming como principal forma de poner freno a las violaciones, ha demostrado ser completamente insuficiente para hacer que los Estados poderosos rindan cuentas por su conducta violatoria (por ejemplo, Estados Unidos, Rusia, Israel) y extremadamente débil para que los movimientos sociales y los grupos marginalizados obtengan beneficios materiales. 

A pesar de estos defectos estructurales, este marco de derechos humanos se ha convertido en uno de los lenguajes principales para la lucha social. Ello se debe, al menos en parte, a que el neoliberalismo impidió el éxito de una serie de proyectos emancipadores y propuestas anticapitalistas surgidos del periodo de descolonización que podrían haber propuesto un lenguaje alternativo para reclamar justicia y dignidad. 

Por esta razón, lxs abogadxs populares no basamos nuestro trabajo en la concepción formal de los derechos humanos, sino que nos organizamos a partir de la interpretación popular de los derechos humanos, mediante la cual las comunidades pueden concebir la justicia y la dignidad más allá de los derechos individuales (incluyendo, por ejemplo, el bienestar de la naturaleza y de la vida silvestre en su concepto de dignidad). Las luchas de los movimientos sociales por los derechos humanos, así entendidos, han sido uno de los pocos canales de expresión de visiones de mundo alternativas al orden neoliberal, basadas en la solidaridad, el sentido de comunidad y la construcción material de los derechos. 

Estas luchas buscan desafiar al neoliberalismo no desde una visión formalista o preocupada sólo por el contenido de la ley, sino que lo hacen desde una perspectiva materialista y situada que replantea la organización política de las instituciones, los espacios y los cuerpos. Dicha perspectiva, que enfatiza en el conflicto concreto como lugar de producción de derechos y de nuevas concepciones sobre la justicia, nos permite analizar los hilos que conectan la economía política global con diversas luchas situadas en las que intervienen lxs abogadxs populares junto a los movimientos, como la crisis migratoria, la crisis habitacional o el policiamiento. Así, la práctica de la abogacía popular no se centra, en primera instancia, en la ley en sí misma, sino en las relaciones de poder implicadas en los conflictos específicos. El/la abogadx popular, de este modo, al alinearse con la interpretación popular de los derechos, entiende que su tarea clave es hacer un uso táctico del sistema formal de derechos humanos -además de cualquier otra herramienta legal a su disposición- para apoyar a las comunidades a conseguir el cambio que buscan de una forma que desplace sustancialmente el contenido de los derechos humanos de sus raíces liberales occidentales hacia otras concepciones de la dignidad y la justicia.

En este mismo sentido, vemos que los movimientos sociales vienen desarrollando una discusión multinivel: por un lado, una discusión táctica que busca mejorar las condiciones de vida del sector y que le exige al Estado el cumplimiento de ciertas obligaciones en materia de derechos humanos a través de políticas públicas, y por otro, una discusión estratégica de más largo aliento que intenta construir una narrativa en torno a nuevas relaciones sociales basadas en la solidaridad, la igualdad, la redistribución y la reparación. 

Dentro de este ecosistema, lxs abogadxs populares buscamos formas de contribuir a estas discusiones multinivel identificando el trabajo táctico dentro de las instituciones y el trabajo estratégico más allá de las instituciones, para ayudar a construir un nuevo sujeto político colectivo (diferente del sujeto neoliberal) e imaginar nuevos futuros y utopías posibles. Para ello, es esencial tener en cuenta que no hay una única lucha en ningún lugar que desencadene el tipo de cambio estructural que pretendemos, por lo que necesitamos conectarnos entre nosotrxs, comprender patrones o tendencias, entender las estructuras de poder que nos presionan y crear puentes entre las luchas que se dan en los distintos territorios.

Por último, tenemos que observar los cambios producidos por el creciente autoritarismo en el mapa político: si bien nuestra tarea actual es principalmente defensiva, no puede limitarse a eso. Es importante defender lo conseguido y, para ello, la defensa de las instituciones democráticas (a pesar de todas sus limitaciones) importa. Pero hay que ir más allá y calibrar nuestras definiciones sobre la democracia: la verdadera democracia debe implicar libertades políticas fundamentales (protesta, asociación, libertad de expresión), pero también un camino hacia la justicia social y ecológica. Este último objetivo exige la desconcentración de la renta y los recursos (materiales y simbólicos), la desconcentración de la tierra y la construcción de poder popular (incluyendo, pero sin limitarse a, una mayor representación de los grupos históricamente oprimidos en las instituciones públicas). 

Los artículos que componen este simposio presentarán distintas experiencias de cómo lxs abogadxs populares están respondiendo a este momento coyuntural de creciente autoritarismo y hegemonía neoliberal en diferentes partes del mundo, desde Argentina y Brasil hasta Gaza, España y Túnez. Se analizarán las prácticas productivas que los movimientos sociales y lxs abogadxs populares vienen desarrollando para desafiar el tándem neoliberal-autoritario y prefigurar desde el derecho (y contra el derecho) un horizonte emancipatorio. Creemos que es de suma importancia construir conocimiento teórico en este contexto a partir de experiencias prácticas para entender el rostro del autoritarismo en ascenso en diferentes partes del mundo y cómo los movimientos lo están enfrentando en sus respectivos lugares. Esperamos que este simposio pueda servir como una pequeña contribución en este sentido.